lunes, 12 de diciembre de 2011

"El amor de Dios"

Todos los seres humanos tienen necesidad de ser amados. Desde el comienzo de su vida la pequeña criatura recién nacida tiene sed de amor y necesita de amor para desarrollarse. Privado de amor, aunque esté bien alimentado, el bebe aumenta lentamente de peso, está triste y se enferma con facilidad. Privado de amor el niño crece triste, es como una planta marchita. Para el ser humano, sea niño o adulto, amar y ser amado es casi tan necesario como respirar. Todo ser humano aspira a amar y a ser amado, trátese del amor filial, o maternal, o conyugal, o de enamorados, o de la intimidad entre amigos, todos deseamos amar porque sin amor no hay felicidad.
Esto es así porque el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios, que es amor. La necesidad de amar y ser amado le viene al hombre de la imagen de Dios que lleva dentro. De ahí que el ser humano responda al amor con amor, porque el amor toca la fibra más íntima de su ser. Si alguien nos dice una palabra amable le respondemos de igual manera.
Si tú eres uno de esos que carecen de amor, piensa que hay un ser que te ama con un amor inconmensurable, infinito; que te creó por amor, te cuida por amor y te alimenta y sigue tus pasos amorosamente. Que si te portas mal, te corrige, porque te ama. Y que si lo dejas y le das la espalda, te sigue amando y hará todo lo posible para que regreses a Él. Ese ser es Dios, que por boca del profeta Jeremías te dice: "Con amor eterno te he amado..." (Jr 31:3).
Hablando en términos figurados podríamos decir que la materia prima de la que Dios está hecho es amor, Dios está hecho de amor. Por eso es que el hombre no puede hacer nada para que Dios deje de amarlo. El profeta Isaías lo expresa muy bien cuando dice: "He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpido." (49:16). Aunque quiera no puede sacudirte de sus manos. Pablo lo expresa también en bellos términos: "Por lo cual estoy seguro que ni la muerte ni la vida, ni ángeles, ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús." (Rm 8:38,39).

Nada nos puede separar del amor de Dios, ningún acto, ninguna persona, ninguna ofensa, ni aun nuestros más grandes pecados. Ni nuestro olvido, ni nuestra ingratitud. Nada podemos hacer para que deje de amarnos.

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