lunes, 17 de octubre de 2011

¿Debe el cristiano participar en la política?

Hay ciudadanos que sienten la inclinación a ser políticos, o sea, a participar activamente en la política como candidatos a puestos públicos. Cualquier cristiano que sienta esto como la vocación de su vida, está en su derecho de hacerlo así. Pero hay la participación más general, como la de afiliarse a algún partido, hacer propaganda por su candidato favorito, y votar. Esto también es legítimo. Podemos decir con toda confianza, que tanto la letra como el espíritu del Nuevo Testamento no se oponen a que el cristiano participe en la política de su país.
Conviene, sin embargo, agregar aquí algunas palabras de cautela evangélica. El cristiano debe siempre guiarse por la ética de la Biblia. Primero que todo, él es un discípulo de Jesucristo, cuyas normas debe cumplir. Se deduce, pues, de esto, que el cristiano genuino no debe afiliarse a ningún partido de tendencia atea y violentamente revolucionario. Toda su participación en la política debe ser dentro de los cauces del orden y de la ley. Es tradicional el concepto de que para entrar en la política hay que emplear cualesquiera métodos sucios e ¡legítimos. Nuestro consejo es que si el cristiano no va a aplicar los principios cristianos en la política, en tal caso es mejor que canalice sus energías y vuelque su entusiasmo en otras empresas, en donde no se sienta tan tentado a valerse de maniobras turbias e indignas para salir avante en sus empeños. A este respecto es interesante estudiar el ejemplo y la actitud de nuestro Señor. El no actuó violentamente contra el gobierno de su época y de su país; él se ajustó a las leyes reinantes, mientras no estuvieran en conflicto con su lealtad a su Padre celestial.
A lo largo de los siglos, se han visto innumerables casos de individuos cristianos que han sabido mantener muy en alto su posición de cristianos aun en medio del ambiente de la política. Claro, hay que estar dispuestos a pagar el precio por esto, pero vale la pena.
En la historia del Antiguo Testamento podemos ver que la vida religiosa y la vida política estaban íntimamente ligadas. Los reyes eran aconsejados por los profetas, y se consideraban siervos de Dios. El concepto de teocracia siempre estaba latente en el gobierno de la nación. Se puede, pues, ser político, pero, ante todo, hay que ser cristiano.


"Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas".
Romanos 13: 1.

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